Bajo un cielo gris que amenaza tormenta, en el puerto de Gandía hay un barco antiguo, en realidad una replica, que anuncia es un restaurante. En la proa, un mástil --ignoro como se llamara ese palo-- guarda en una funda una vela que parece un marinero fantasmal. Al fondo la torre de una iglesia, inmóvil también, parece contemplar el barco y su extraño personaje